Sola en pub

Al final no tomé fernet light. No sé si había pero preferí no arriesgar. Me quedé con unas botellitas de vodka tropical, dulce y anaranjado, que todavía no sé si son horribles o deliciosas. Sola en un pub. No estuvo mal. Desde la barra se podía mirar todo con impunidad suficiente. Algunos bailaban, otros charlaban, otros se aburrían, todos tomaban. Cerveza o tragos. Nadie botellitas como la mía, por qué? Una pareja de chicas (no tan jóvenes, no tan lindas, no tan simpáticas) se dedicaban a una máquina rara que era como un juego de preguntas. Traté de espiar pero me quedaba lejos y no pude ver ninguna. Ellas acertaban poco pero se reían mucho. Raro. Todos distintos, como si no hubiera un target claro, como si todo fuera posible, como si no hubiera jerarquía en las vidas. En el fondo encontré un patio descubierto con mesas como de asado, grupitos fumando y un frío imposible. Pensaba en partir cuando un señor me preguntó de dónde era. Yo estaba contenta con mi anonimato, con ser casi casi una espía, pero se ve que en el momento me olvidé. "The Falklands!", casi gritó y se envalentonó con un discurso anti guerra, inglés cerradísimo, imposible, sólo interrumpido por una tos seca. "So far away, so far away", repetía. No supe si él había estado ahí o si sus amigos o si sólo era el tema que nos unía. Me cayó bien. Su aire tristón no desesperado. Yo decía poco pero con un tono sorprendentemente British que no me conocía (y que espero lograr repetir). Tampoco hacía falta. Le agradecí la charla pero no acepté el trago invitación --las botellitas habían estado perfectas--. El no se molestó, encontró enseguida alguien para charlar. Me fui contenta, como quien sobrevive a una prueba. Nunca había estado sola en un lugar así. Afuera descubrí que el frío tiene un efecto ideal sobre el alisado permanente. Como recién salido de un nebuloso local naranja de Villa Crespo.